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Las patologías avanzan en forma silenciosa, y el verdadero riesgo de este proceso crónico indoloro, es que tarde o temprano se trasforma en una patología orgánica.
Los individuos se identifican como predominantemente pro-inflamatorios, con mayor potencial de inflamación y aumento del riesgo de varias enfermedades entre ellas la cardiovascular.
La inflamación silenciosa, exclusivamente intracelular, es una entidad muy reciente. Dentro de los conceptos de la medicina orthomolecular la nutrición tiene un vínculo importante con el proceso inflamatorio en dos aspectos, uno considera la presencia de ácidos Omega 3 en concentraciones adecuadas, factores que favorecen la formación y liberación de leucotrienos antiinflamatorios; por otro lado el déficit de los ácidos EPA o DHA (ambos Omega 3) favorece la formación de leucotrienos proinflamatorios y la respuesta inflamatoria, con liberación de radicales libres como forma final del ciclo químico.
La inflamación es una respuesta natural de los tejidos a la agresión celular, en su forma aguda es un mecanismo favorable que procura mantener el equilibrio del medio interno. Si la inflamación es sin infección, el stress oxidativo determina el mantenimiento y la perpetuación del proceso inflamatorio, además del ataque directo a los tejidos.
Diferentes factores pueden interferir y desencadenar una respuesta inflamatoria. Entre los más importantes están la exposición a toxinas, exógenas por polución del aire y agua, y endógenas (endotoxinas) producidas en el cuerpo en relación a la flora microbiana y dieta; otros disparadores son los alérgenos, stress oxidativo y disglicemia.
En la actualidad, la inflamación es considerada el enemigo número uno de la salud en la población mundial.
La medicina orthomolecular a través del uso de micronutrientes, con protocolos preventivos y curativos puede reparar la bioquímica alterada, prevenir nuevas afecciones y mejorar la calidad de vida.