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La obesidad es una epidemia global, y el problema no está en la esfera de lo estético sino en la obesidad como factor de riesgo para enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes tipo 2, hipertensión, cáncer …
La medicina orthomolecular aporta conocimientos con estricta base científica en el campo de la obesidad y sus secuelas. Los cambios biológicos determinados por las características individuales, permiten identificar la causalidad en cada paciente y modular el equilibrio del medio interno.
Es una enfermedad metabólica crónica, por alteración nutro-neuro-endócrino-metabólica e inflamatoria-oxidativa.
La obesidad tiene una injerencia directa o indirecta con diferentes especialidades médicas, entre otras la endocrinología.
Lo más importante no es dar medicamentos ni suplementos, lo ideal es crear un conjunto de medidas que sean adecuadas para cada paciente basados en su individualidad bioquímica (principio orthomolecular).
No existen milagros en el tratamiento de la obesidad, sino aciertos y fracasos. Todo depende del tratamiento a realizar, y del compromiso del paciente con la filosofía del mismo, por lo que no sirve hacer promesas y sí definir responsabilidades de las partes, en la búsqueda del éxito.
Se asocia a una dieta rotativa, ejercicios criogénicos y sustancias que estimulan la grasa parda (conocido por las siglas en inglés BAT -tejido adiposo marrón), alcanzando el peso deseado, sin el uso de hormonas, anorexígenos o diuréticos, que provocan efectos colaterales indeseados.
La Medicina Orthomolecular emplea un conjunto de medidas que modulan los neurotransmisores y los neuropéptidos, asociados a los fenómenos que definen el hambre o la saciedad, además de los procesos higiénicos-dietéticos necesarios para obtener el éxito terapéutico.